La fugacidad de la vida
Mis abuelos, por decisión propia, decidieron irse a vivir al campo. Y digo campo, y no pueblo, porque donde ellos vivieron los 50 últimos años de su vida ni siquiera es un pueblo. Allí fueron muy felices viviendo la vida como ellos escogieron: sin prisas, ni ruidos, ni casi gente, salvo los fines de semana que íbamos todos. Y cuando venían a Madrid a mi abuela le encantaba mirar por la ventana o...